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Un año en irlanda


Escuela de Idiomas / Un Año en irlanda | 26 de noviembre de 2013

El curso pasado, dos alumnas nuestras, Pilar González-Garilleti y Elisa Pizarro cursaron cuarto de secundaria en un colegio irlandés. Pilar nos cuenta su experiencia en una carta que podéis leer a continuación. Este curso, otras dos alumnas están en el mismo centro. Esperemos que su experiencia sea tan gratificante.

Un año en Wilsons Hospital School

Después de haber estado un año estudiando en Irlanda en régimen de internado, en Wilsons Hospital School, situado en Mullingar, a una hora de la capital irlandesa, quiero contaros esta experiencia que para mi ha sido muy gratificante a la vez que novedosa.

El sistema educativo irlandés busca el mejoramiento académico, práctico, físico, moral y espiritual; busca tanto metas, como un ambiente libre y respetable para todos sus estudiantes.

Las reglas del colegio debían de saberse bien y el rompimiento de las mismas era castigado a través de una hoja en la cual tenías que repetir cien veces la misma palabra (penalty sheet-detention), o directamente a través de la expulsión. Cualquier incidente había que comentarlo a los "prefects o monitors" (personas elegidas por el director del centro, que recogían tanto buenos comportamientos, como buenos resultados académicos y que se encontraban en el último curso escolar.)

Ahora, voy a intentar hacer un breve resumen de algunas normas de allí, tanto en lo referente a lo académico como lo extraacadémico:

Para empezar, el horario escolar era todos los días de 08:45 a 16:00 menos los miércoles,9:00 a 13:30. Los primeros quince minutos debían de transcurrir en el salón de actos, en el que la Sacerdotisa (era una mujer) nos leía el Evangelio, y luego rezábamos. A continuación el director nos hacía un breve resumen de cómo se organizaría el día. A las 09:00 empezaban las clases para todos los alumnos. El uso del uniforme era obligatorio para todos los cursos, incluyendo corbata y chaqueta.

También era obligatorio asistir a misa todos los domingos en el colegio, en la que debías de ir con uniforme.

El comienzo y el fin de cada clase era avisado a través de un timbre, y tenías que cambiarte de clase, es decir, estabas todo el día cambiando de edificios y buscando tu clase. Al cabo de unas semanas, te acababas acostumbrando.

Cada 8 semanas, algunas asignaturas eran sustituidas por otras, como por ejemplo educación física por arte.

Asignaturas como física y química, se basaban tanto en el trabajo de clase como en laboratorios. Se aprendían experimentos nuevos todas las semanas.

Eran obligatorias tres horas de estudio al día, en las que eras vigilado y la ausencia solo se justificaba por razones personales o médicas.

La evaluación de nuestros resultados académicos se la remitían a nuestros padres dos veces durante el curso: Diciembre y Mayo. No obstante nuestra tutora nos iba informando de nuestros avances y progresos. El sistema de evaluación no es como el nuestro, puesto que el de allí las notas se entregaban cifradas en porcentajes, siendo la máxima puntuación 100%.

Una vez al mes, teníamos simulacro de incendio, en el cual te exigían salir tanto de las habitaciones o de las clases e ir a un punto de encuentro.

Los móviles tenían que ser sin cámaras, para prevenir vídeos o imágenes que pudieran dañar la sensibilidad de nuestros compañeros; también estaba totalmente prohibido degustar chicle, si incumplías esta prohibición te era impuesto un castigo además de tener que ayudar a las señoras de la limpieza.

Es difícil adaptarse a nuevas normas, a nuevas formas de vivir. Al principio me resultó difícil adaptarme a un nuevo país, a un nuevo colegio, a no estar con mi familia... en fin, a unas nuevas normas. Pero con el paso de las semanas entendí que las normas están para cumplirlas y que si entre todos hacemos un esfuerzo conseguiremos ser mejores personas y mejores alumnos.

Pilar González-Garilleti Fernández